Al margen de los flashes y de la vida pública, creciendo como un niño más, Aitor ya nos había ganado el corazón hace años a todos, aunque no lo supiera.
Tras su desaparición, Datigol se convirtió en un icono noventero envuelto en leyendas urbanas: que si era gafe, que si era una ardilla o que si realmente comía dátiles.